«Me llevó a un bosque, a un lugar aislado. Y me gritó: ‘¡Pon tus manos sobre el árbol!'» «Yo lloraba, gritaba y le rogaba que no me hiciera daño». «Él me dijo que no mirara y comenzó a cortarme las manos».
Esta es la historia de la rusa Margarita Gracheva, de 26 años, víctima de la violencia de su esposo. La Corte Europea de Derechos Humanos le acaba de dar la razón, dictaminando que el gobierno ruso le debe pagar una compensación de US$400.000 por la laxitud de las leyes sobre violencia doméstica del país.
En diciembre de 2017, después de dejar a los niños en la guardería, el ahora exmarido de Margarita, Dmitry Grachev, la llevó a un bosque en las afueras de Moscú.
Allí le hizo torniquetes en sus brazos y le cortó las dos manos con un hacha.
Después de eso, la llevó sangrado al hospital y les dio a los médicos una caja con la mano derecha de su esposa. Luego se entregó a la policía.
El caso de Margarita puso en relieve los poco severas que son las leyes rusas sobre violencia doméstica, luego de que en 2017 varios delitos fueran eliminados del código penal bajo el gobierno de Vladimir Putin.
Su exmarido fue declarado culpable y condenado a 14 años de prisión. Un mes antes de que Margarita fuese atacada con el hacha, su esposo la había amenazado con un cuchillo.
«Él tomó un cuchillo y lo puso en mi garganta. Y repetía: ‘¡Admítelo! ¿Me estás engañando o no?», le dijo Margarita a la BBC en 2018.
«Cuando fui a la policía estaba segura que vendrían al día siguiente y harían algo. Pero no fue así».
«El policía me dijo: ‘Tú y él harán las paces. Esto no es importante’. A principios de diciembre, el caso se cerró. Tres días después, me llevó al bosque y me cortó las manos», contó.
En febrero de 2017, el Congreso ruso eliminó algunas de las leyes del código penal que castigaban el abuso doméstico.
Las primeras agresiones en las que la víctima no es hospitalizada ya no se tratan como delitos penales y se redujeron las penas.
Esta decisión motivó varias protestas de activistas en las calles de Rusia.
Desde el gobierno ruso desestimaron el reporte de HRW diciendo que decenas de entrevistas no representan la realidad del país.
En el caso de Margarita, como en el de muchas otras mujeres en Rusia, el abuso físico comenzó cuando su marido empezó a pegarle.
Al principio «pensé que sucedía algo extraño. Se calificó solo como un caso administrativo y no un delito. Le pegas a alguien y solo eres penado con una multa».
«En mi caso, él fue multado con 10.000 rublos (US$150)», describió.
El exmarido de Margarita fue a juicio acusado de secuestrar, amenazar de muerte y herir gravemente a su esposa.
En el proceso judicial confesó haber cortado las manos de Margarita.
El hombre fue condenado a 14 años de prisión. También se le prohibió el acceso a sus dos hijos.
«Mis hijos no saben lo que pasó. Piensan que tuve un accidente. Es difícil para ellos. No sé cómo se lo explicaré», dijo Margarita.
«Para mí, lo mejor hubiera sido que le dieran cadena perpetua. Eso me mantendría segura. Si él, eventualmente, vive cerca, eso no será seguro ni para mí ni para los niños».
«Mi mano izquierda se perdió en el bosque. La encontraron más tarde. Estaba destrozada con los huesos rotos en ocho partes. Me trasplantaron piel y venas», relató Margarita.
Los médicos le cosieron su mano izquierda en una operación que duró unas 10 horas.