El asesino de al menos 19 niños y dos adultos en una escuela infantil de Texas es un joven de 18 años. Su nombre era Salvador Ramos y era antiguo alumno de la misma escuela, a la que volvió con dos rifles y, en el objetivo, niños de entre 7 y 10 años.
Todavía se sabe poco sobre él, pero la policía sí ha distribuido una foto: cabello largo azabache, mirada fija. La piel con signos de algunas impurezas adolescentes. El rostro de un niño pequeño que está a punto de convertirse en hombre.
El tirador de Texas sufrió bullying de niño porque tenía dificultades para hablar y por la situación económica de su familia
Salvador Ramos era un joven solitario que sufrió acoso escolar cuando era niño porque tenía dificultades en el habla y por la complicada situación financiera de su familia, según publican medios estadounidenses como el Washington Post y la CNN tras hablar con amigos y compañeros de clase del asesino.
Santos Valdez Jr. ha asegurado al Washington Post que Salvador y él eran amigos hasta que «su comportamiento empezó a deteriorarse». Asegura que un día apareció con la cara llena de cortes: «Me dijo que se había cortado la cara con cuchillos una y otra vez por diversión».
Durante la educación secundaria, sufrió acoso escolar porque tartamudeaba y ceceaba al hablar, según han comentado varios amigos y familiares. Además, Ramos faltaba a la escuela secundaria durante largos periodos de tiempo, por lo que no iba a graduarse este año con sus compañeros.
DISPARÓ A SU ABUELA ANTES DE SALIR DE CASA
Desafortunadamente, este es un perfil demasiado común en un país donde las redes de prevención y asistencia a personas en dificultad son prácticamente inexistentes.
Todavía no tenemos elementos para entender si Salvador quería «castigar» a la comunidad de latinos, inmigrantes, de la que quizás, a juzgar por el apellido, también formaba parte.
La imagen, que circula en las redes sociales, es granulada, pero parece vislumbrarse una metralleta semiautomática.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, ha explicado que el asesino «portaba una pistola y posiblemente un rifle». Pero algo está claro: ésta es otra masacre estudiada con atenlación, premeditada.
Un chico de dieciocho años se convierte en un asesino, listo para entregar además su vida. Salvador mató a 19 niños y dos adultos antes de caer abatido por la policía.