En República Dominicana faltó ‘talento y tacto’ para afrontar el terrible desafío que representa para el país la debacle económica y la inseguridad generalizada que paralizan a Haití.
Quienes conducen la política exterior dominicana demostraron en semanas recientes que no tienen una estrategia y una hoja de ruta para contribuir a solucionar la crisis haitiana en Haití.
En ausencia de un diagnóstico acertado y de una respuesta coherente, el gobierno ha estado dando tumbos y como es lógico, avanzando un paso y retrocediendo diez, mientras el drama de los haitianos no parece tener una solución en el corto ni mediano plazo.
El gobierno de Luis Abinader y del ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez, lo primero que hacen es enlodar el pozo donde luego acudirán a tratar de tomar agua. Veamos.
El 4 de noviembre pasado, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), instó a los Estados de la región a que suspendan el retorno forzado de la población haitiana a su país, por “la devastadora crisis humanitaria y de seguridad en Haití”.
“La violencia (incluida la violencia sexual), los secuestros, los saqueos y los bloqueos de carreteras perpetrados por grupos armados, así como el reciente brote de cólera, han agravado una situación humanitaria ya dramática en Haití, marcada por la aguda inseguridad alimentaria, la escasez de combustible, y la falta de atención médica y saneamiento. Millones de niñas y niños no pueden ir a la escuela, padecen desnutrición y viven con miedo”, alertó ACNUR para pedir detener las repatriaciones.
Una semana después, Olga Sarrado, portavoz de ACNUR, reiteró el pedido de parar las deportaciones porque “la situación en Haití es volátil, incierta y hay una emergencia humanitaria, lo que significa que la gente que regresa puede estar en riesgo. En este contexto, es importante pedir la suspensión de los retornos forzados”.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, Volker Türk, volvió a pedir parar las repatriaciones en términos muy directos: “Hace una semana pedí que se detuvieran las deportaciones a Haití, dada la crisis humanitaria y de derechos humanos a la que se enfrenta el país. Me preocupa ver que continúan las devoluciones forzadas de haitianos a Haití desde la República Dominicana”.
Más aun, Türk pidió al gobierno de Abinader que “redoble sus esfuerzos para prevenir la xenofobia, la discriminación y las formas conexas de intolerancia”.
La respuesta de Abinader fue: “República Dominicana no solo va a mantener las deportaciones, sino que va a incrementarlas”, y remachó con esta perla: “Esas declaraciones de Türk son inaceptables y son irresponsables”.
Abinader habló como si fuera el jefe de un Estado con 3,000 misiles nucleares y una potencia económica capaz de hacer temblar a la ONU.
Y la bullanga del patio aplaudió, también sin tacto ni talento, porque confía en que el anti-haitianismo militante se convierte en voto fanático por la reelección de los privilegios.
Por si faltara jabón para el sancocho, el vocero de la Presidencia, Homero Figueroa, publicó en Twitter que en el período agosto-octubre de 2022 se repatriaron 60,204 haitianos y 108,436 en todo el año.
Fiascos de la Cancillería
El 19 de noviembre pasado, la embajada de Estados Unidos en el país emitió una alerta diciendo que oficiales de Migración dominicanos están cometiendo abusos contra personas de raza negra, incluidos ciudadanos de esa nación con documentos en regla, como parte de una campaña de deportación de haitianos.
Hicieron énfasis en afirmar que “hay informes de que los detenidos se mantienen en centros de detención superpoblados, sin la capacidad de impugnar su detención y sin acceso a alimentos o baños, a veces durante días, antes de ser liberados o deportados a Haití”.
Lo que dijo la embajada es absolutamente cierto.
En Santiago ha habido haitianos detenidos por una semana en un encierro infernal sin juicio y sin respeto a sus derechos como persona, como lo consagra la Constitución dominicana.
En la Línea Noroeste militares y oficiales de Migración entraron a un templo religioso y se llevaron decenas de haitianos de todas las edades, levantando el repudio de sus hermanos dominicanos.
De la corrupción con los apresamientos y liberación de haitianos no tengo que hablar porque lo saben todos los que se interesen en saber.
Sin perder tiempo, el canciller Álvarez se despachó con una soberbia declaración señalando que el comunicado de la embajada de Estados Unidos era “manifiestamente infundado, extemporáneo e infeliz”.
¡Terribles calificaciones de una colonia voluntariamente acomodada a esa condición frente a su imperio preferido!
Pero fue más osado. Pidió al gobierno de Estados Unidos que “considere el retiro de los términos sin verificar de este ambiguo comunicado, a la mayor brevedad posible”.
Álvarez y sus tanques de pensamiento no tuvieron que esperar mucho tiempo la retractación de Estados Unidos.
Llegó tres días después: Estados Unidos prohibió la entrada a su territorio de azúcar producido en República Dominicana por Central Romana Corporation y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza dispuso que en todos los puertos de entrada “se retendrá el azúcar en bruto y los productos en base de azúcar producido por Central Romana”.
La razón esgrimida por Estados Unidos para adoptar una medida tan lesiva a una de las corporaciones más viejas y más grandes de República Dominicana (Central Romana), fue que incurren en trabajo forzado en sus operaciones.
Conozco perfectamente por qué Central Romana fue el blanco directo de Estados Unidos para advertir al gobierno dominicano de su atrevimiento diplomático, pero no quiero distraerme del tema central.
Llegó la jefa militar y mandó a parar
Seis días después del bloqueo del azúcar, llegó al país la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, general Laura Richardson, se reunió con los principales jefes militares y luego con el presidente Abinader y trazó la raya de Pizarro.
Todos –dije todos- se pararon en atención frente a la enviada del amo y terminaron las bravuconadas vacías.
Resultado neto de la falta de tacto y de talento: Terminaron las repatriaciones de haitianos, la ONU no va a aprobar una fuerza militar para Haití. Estados Unidos, Canadá ni ningún país latinoamericano va a enviar tropas para desarmar las bandas armadas, Central Romana se queda con el bloqueo de las exportaciones y la mano USA sigue levantada.
¡Qué tontos! Insultan a la ONU, emplazan a Estados Unidos a retractarse y luego les piden a ellos que vayan a resolverle el problema grave de Haití que dispara la migración.
Los dominicanos que valoramos a Haití como un pueblo heroico, solidario, trabajador, ultrajado y menospreciado, lamentamos que por ahora no se encontrará una solución a su grave crisis económica, social, sanitaria, laboral y de seguridad ciudadana.
Quien esté pensando que las potencias van a llevar sus militares a Haití para desarmar las bandas, están soñando y menos si el país fronterizo que se beneficiaría de la estabilidad tiene una soberbia diplomática tan carente de talento y tacto.
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