En el año 1976 tuvo lugar un hallazgo arqueológico de gran calado bajo una antigua fábrica de dulces en la ciudad de York (Reino Unido). Se descubría un importante asentamiento vikingo, y con este, una monstruosidad que nunca, ni antes ni ahora, ha vuelto a repetirse.
Cuentan que la ciudad de York, hoy una espléndida urbe de elegante arquitectura y pasado acaudalado, pasó por una etapa muy parecida a la vivida no muy lejos de allí, cuando Londres fue considerada la ciudad más guarra del viejo continente.
En York había una razón de peso: los numerosos asentamientos que habían existido durante miles de años habían desarrollado una segunda capa de basura bajo la ciudad, una densa y compacta masa de porquería.
Curioso, porque parte de esa masa se conservó espléndidamente gracias a que el suelo en algunas partes de la ciudad suele estar inundado y en gran parte libre de oxígeno, conservando por más de 1.000 años cosas como madera, cuero, tela y huesos, la mayoría de las cuales normalmente se habría biodegradado por completo en solo una década o dos.
Así fue como en 1976 se descubrió bajo la antigua fábrica de dulces un asentamiento vikingo. Unos años antes, en el 72, se cavaron los cimientos de una sucursal del Lloyds Bank y se descubrieron artefactos del período vikingo. Ahora los excavadores habían dado con algo más grande: descubrieron los restos de un grupo de edificaciones vikingas que se completaban con establos de animales, pozos, fosos de desechos y letrinas.
Durante cinco años, aquello fue uno de los grandes hallazgos arqueológicos de la década de los 70. Encontraron monedas, zapatos, joyas vikingas, cuchillos… fue lo suficientemente impresionante como para crear un museo vikingo que se inauguró en 1984.
Desde entonces, es difícil acudir a York sin pasar por el museo. Sin embargo, la mayoría de los visitantes acuden para ver de cerca a una criatura de 1.200 años de antigüedad. La denominada como Lloyds Bank Coprolite, el trozo de excremento humano fosilizado más antiguo, grande e intacto jamás encontrado en la Tierra. Y pertenece a un solo hombre, un señor vikingo.
El valor científico de esta caca reside en la improbable posibilidad de que una cosa así vuelva a ser vista en la Tierra, es decir, intacta y de hace 1.000 años. Dicen los investigadores que encontrar grandes depósitos de desechos humanos biodegradados no es inusual, lo que ocurre es que generalmente se encuentra solo en grandes masas, como en el fondo de pozos de letrinas, y los arqueólogos solo pueden sacar conclusiones generales sobre las personas que las usaron.
En cambio, el valor de una caca fosilizada única, como la Lloyds Bank Coprolite, es que proporciona una instantánea de una sola persona en un solo punto en el tiempo.
Hoy se sabe que su dieta consistía en carne y granos en su mayor parte, pero no tanto en frutas o verduras, lo que puede ayudar.
Estudios posteriores han encontrado que, al igual que muchos otros vikingos de su época, este padecía al menos de dos tipos de parásitos intestinales: en las heces se encontraron los restos de cientos de huevos de tricocéfalos y gusanos.
La presencia de gusanos en las heces es indicativa de las condiciones extremadamente sucias y la falta de higiene en los asentamientos vikingos. Los pozos se excavaron demasiado cerca de las letrinas, lo que hace que la disponibilidad de agua limpia y no contaminada fuera más que improbable.
Por cierto, en el año 2003 ocurrió una desgracia. El gran excremento se rompió en tres pedazos después de caer mientras estaba expuesto en una fiesta de exhibición.
Desde entonces, los investigadores se han esmerado por tratar de reconstruir la caca humana más legendaria conocida en la Tierra. [Wikipedia, The Guardian, BBC, Buzzfeed]