“Yo no estaría viva si no fuera por él”, confesó entre lágrimas Elianta Quintero, reconocida periodista y sobreviviente del colapso en la discoteca Jet Set, al revivir uno de los momentos más estremecedores de su vida.
Su testimonio no solo revela el trauma de una tragedia nacional, sino también la profunda humanidad que emergió entre los escombros. Su voz temblorosa buscaba, más que consuelo, honrar a quien ahora llama su “ángel de la guarda”.
Esa figura heroica tiene nombre y rostro: Rafael Rosario, un escolta que sin deber ni compromiso decidió entrar al infierno de concreto desplomado, impulsado, según él, “por algo que lo empujó desde dentro”. No conocía a Elianta, pero sabía que había vidas por rescatar. Sin pensarlo, se lanzó al caos, sacó a unos doce sobrevivientes y entre ellos, a una mujer atrapada bajo vigas que no la dejaban moverse. “Ella gritaba auxilio… hasta que logramos quitar los obstáculos y ayudarla”, recordó con voz entrecortada durante un emotivo reencuentro televisado. Elianta relató que sus pies estaban atrapados, y solo logró salir al quitarse los zapatos. En medio de la confusión, se negaba a abandonar el lugar sin su primo y su mejor amiga. “Él me calmaba, me sostenía, fue mi fuerza en el peor momento de mi vida”, expresó profundamente conmovida al volver a ver a Rafael, esta vez desde la distancia, pero unidos por un vínculo inquebrantable. La periodista, aún en recuperación, aprovechó la ocasión para rendir homenaje no solo a Rafael, sino a todos los civiles, policías, médicos y voluntarios que actuaron con entrega total. “Hoy estoy aquí, en parte gracias a él… y gracias a todos los que dieron más de lo que tenían por salvarnos”, sostuvo, al tiempo que pidió a la audiencia seguir orando por los afectados. Desde hoy, el nombre de Rafael Rosario se convierte en símbolo de coraje, empatía y solidaridad. A pesar de haber sido contratado para una labor de rutina, su decisión de arriesgar la vida sin dudar transformó el destino de muchas familias, recordándonos que entre la tragedia aún existen milagros. El gesto fue reconocido públicamente, y con voz suave pero firme, Elianta prometió: “Espero poder darte ese abrazo en persona. Gracias por sostenerme, por salvarme… por ser uno de los héroes anónimos que Dios puso ese día entre los escombros.”
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