Francia no lo consiguió: no pudo ganar su segundo título consecutivo como campeón del mundo tras caer ante Argentina en los penales.
Mbappe, quien marcó los tres goles de su selección, se quedó sentado con una tristeza visible, en una foto que se hizo viral en las redes sociales.
Por Messi celebra después de tanto discutirlo en un país donde se discute todo, después de un título deseado y sufriente, porque la calidad, sea de Messi o de Kylian Mbappé, es un instante, un instante de tortura o de gozo.
El Mundial es, hoy, el nirvana argentino tras tanta inflación, tanto corralito, tanto peronismo trasnochado y tanta mierda.
Este título reúne a su gente en torno al astro, en Lusail como en Buenos Aires, Córdoba o Mendoza, de la forma que dijo Víctor Hugo Morales cuando cantó el gol de Maradona a los ingleses: «Como un puño apretado».
Messi es el Maradona que cierra en Qatar el relato de un dios del estadio, apreta ese puño y abre en canal el corazón doliente de Argentina.
El astro se sobrepone, además, al destino trágico que aparece en la idiosincrasia argentina tanto como el fútbol. Lo canta el tango, está en la vida de Evita, Gardel o Maradona.
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