Rafael Leónidas Trujillo poseía viviendas en toda República Dominicana. Pero siempre le tuvo un aprecio especial a las que tenía en su ciudad natal, que luego fue nombrada por ley “provincia Trujillo” (San Cristóbal), en 1932, dos años después de hacerse con el poder.
El Castillo del Cerro y la Casa de Caoba, además de las que están frente al mar Caribe como la casa de playa en Najayo y la Hacienda María (casa blanca), eran las que más visitaba el dictador en San Cristóbal.
Hoy tres de estas cuatro propiedades están en el abandono, llenas de desechos, con las paredes y techos desgarrados por el tiempo y la mano humana, y algunas con signos de que algunas personas han vivido temporalmente allí. Pocos son los rastros de que algún día Trujillo, su familia e invitados especiales, recorrían los elegantes salones de estas residencias.
La primera casa de Trujillo
Trujillo nació en 1891 donde hoy se encuentra el Parque Piedras Vivas, en el centro de San Cristóbal.
“La vivienda, se dice, era modesta, pero de las más espaciosas del pueblo. Su techo era de zinc y estaba pintada de rojo.Tenía ocho habitaciones, divididos en seis dormitorios y, el resto, en salones”, describe el libro “Memorias de San Cristóbal” de José Pimentel Muñoz.
El parque, que fue una obra del arquitecto Henry Gazón, al igual que la Iglesia Nuestra Señora de la Consolación, es utilizado en la actualidad como área de recreación y actividades culturales.
Castillo del Cerro
La Real Academia de la Española (RAE) define un cerro como una elevación de tierra aislada. Y tal descripción va de la mano con el lugar donde se encuentra el castillo del cerro, una construcción que le trajo desgracia al arquitecto predilecto de Trujillo: Henry Gazón.
El mismo dictador escogió el lugar de construcción y fue terminada en solo dos años: entre 1947 y 1949. La propiedad fue un regalo del Partido Dominicano y tuvo un costo de cinco millones de dólares, moneda que tenía, en ese entonces, el mismo valor que el peso dominicano.
La lujosa edificación tiene un diseño exterior inspirado en la proa de un barco y para su decoración interior fue usado mármol, yeso y caoba.
Desde dentro se puede ver la ciudad en 360 grados. Los cristales están por doquier. Y en el techo, en un día despejado, se observan algunos edificios del centro de Santo Domingo, a unos 29 kilómetros de distancia de la propiedad.
“Se empezó la construcción de ese Castillo y el mismo arquitecto llegaba a veces y se encontraba con cambios que había hecho Trujillo”, indicó Brugal en una entrevista telefónica.
Al final a Trujillo no le gustó la construcción, la describió como una casa de orates y nunca residió en ese lugar.
Según el dictador, uno de los salones de fiestas tenía el techo en forma de ataúd y, para pesar de Trujillo, el mural pintado por el español José Vela Zanetti, que había pedido que representara una fiesta típica dominicana, tenía en su lugar los rostros de criollos descontentos.
A Trujillo tampoco le gustaba la decoración de las habitaciones principales porque estaban adornadas con figuras de la mitología, además tenían diez puertas y la carga de elementos era excesiva.
La evidente exposición fue una desventaja que Trujillo vio luego de su construcción, porque sentía que el castillo era un blanco fácil.
En el lugar ahora se encuentra la Escuela Nacional Penitenciaria de la Procuraduría General de la República y, durante un recorrido guiado por José Julián Escalante, uno de los miembros de la institución, explicó que Trujillo temía ser atacado por un misil lanzado por un buque de la marina de Estados Unidos.
¿Cómo se ve en la actualidad?
En 2004 el Estado dominicano lo adquirió y su remodelación costó unos 35 millones de pesos. Esta reconstrucción fue inaugurada el 14 de febrero de 2006.
El acceso al castillo no es tan fácil. Hay un policía en el portón y generalmente no dejan pasar a menos que haya una cita o previo aviso.
En la entrada se ven las cinco estrellas que caracterizaban al “generalísimo” y, unos pasos ya dentro, hay sillas de caoba con el escudo nacional.
En el primer piso, que se ve notoriamente mejorado a pesar de que mantiene un toque antiguo, hay una biblioteca nombrada Hermanas Mirabal, donde anteriormente estaba el casino del castillo.
Además, un ascensor original de la época que en la actualidad está en desuso y un área de almacén donde anteriormente estaban los baños de la primera planta.
Los salones tienen un híbrido entre el presente y el pasado. La “sala de buffet” está llena de sillas negras que son utilizadas por los internos, aunque todavía se distingue parte de la decoración original como las iniciales, en los techos, de Rafael Leónidas Trujillo Molina.
En el segundo piso está la capilla de la casa, donde se mantiene colgada la imagen de la Virgen de las Mercedes, de la que Trujillo era fiel devoto.
El nivel posee un museo donde hay una réplica de la silla eléctrica de la cárcel de la 40 y carteles informativos sobre movimientos antitrujillistas.
Y, el cuarto piso, tiene una terraza desde donde se puede ver claramente San Cristóbal, la vegetación y hasta el mar Caribe. Aunque antes era usado como pista de baile, se ha adecuado, en ocasiones, como un aula de clases y, en otras, como salón de fiestas como bodas.
La mayor parte de los objetos de lujo que tenía la casa fueron sustraídos con el tiempo, y durante su abandono fue utilizada como refugio durante catástrofes naturales como los huracanes David (1979) y Georges (1998).
Casa de caoba
Lo que fue una vez la vivienda predilecta del dictador queda en el sector La Suiza, de San Cristóbal. La “casa de caoba” fue, de hecho, el lugar hacia donde Trujillo se dirigía la noche del 30 de mayo de 1961, antes de ser asesinado en la autopista George Washington.
Al término de su construcción, a mediados de la década de 1940, “para acceder a la subida que conducía a ésta, había que pasar por una puerta cuidada por una patrulla militar que, al principio, estaba al mando de un sargento y luego, de un teniente”, relata el escritor Guaroa Ubiñas en su libro “Hacienda Fundación”.
Poco queda de la caoba que decoradaba los tres niveles de una de las favoritas de Trujillo/ Raul Asencio
En la actualidad el panorama es diferente. El portón es de metal y tiene alambres de púas. Un jeep en malas condiciones obstaculiza el estrecho camino. Hay que subir a pie. Y, al final de la loma, un hombre, acompañado con dos perros callejeros, la cuida. Es Osvaldo Rodríguez Ruiz, quien tiene, según él, 30 años cuidando la propiedad.
¿Cómo era la casa?
Antes de que fuera finalizada, la casa pasó a ser construida por cuatro personas: el agrimensor Emilio Espino, los ingenieros Félix Benítez Rexach y Bonet Báez, y el ayudante del último, Ramón Velázquez.
Allí Trujillo tenía su oficina donde leía los informes de la Hacienda Fundación, y todas las informaciones relacionadas al gobierno.
Ubiñas señala en su obra que en la tercera planta estaba la habitación del dictador.
“A la casa de caoba, Trujillo iba a encuentros personales, con alguna concubina o algún amigo y discutía de manera particular a solas”, explicó el historiador Manuel Núñez.
Además, la propiedad se usó como punto de reuniones festivas, como uno de los cumpleaños de su hijo Ramfis Trujillo.
Un inventario llevado a cabo por el Banco Agrícola luego del ajusticiamiento detalla que en el segundo piso había mesas y armarios con 20 pares de zapatos. Otra de las características mencionadas es que en el tercer piso había una escalera de caoba con una alfombra alusiva a la bandera de los Estados Unidos.
¿Cómo luce?
A pesar de que en 1987 fue creada la ley 44-87 sobre el Patronato de la casa de caoba, la propiedad está prácticamente en el abandono.
Poco queda de lo que era otra de las lujosas viviendas del dictador. Los rastros de caoba son casi nulos, al menos en la primera planta donde estaba el garaje de la casa y estaba decorada, mayormente, por cristales y ventanas opacos, según Ubiñas.
De acuerdo con reportes periodísticos de Listín Diario, los saqueos de la propiedad comenzaron meses después del ajusticiamiento del tirano. Y desastres naturales hiciera que la infraestructura sufriera daños.
Aunque la construcción está “firme”, dentro quedan muy pocas evidencias de que alguna vez esta fue una casa de caoba.
El acceso es solo permitido hasta la segunda planta, porque las escaleras hacia el tercer piso se derrumbaron. Lo que se pudo ver fue un pequeño vertedero de basura, heces fecales, ropa destruida, madera, preservativos, entre otros objetos.
Las paredes de la vivienda tienen un sin número de mensajes escritos con pintura de aerosol, y de los lujosos techos solo quedan unos pocos diseños.
En la segunda planta hay un gran salón, que tiene mínimas señas de caoba, como asientos pegados a las paredes que aún no han podido ser despojados del lugar.
Se presume que se ha intentado una remodelación, porque en algunas habitaciones han colocado blocks y cemento, pero el trabajo ha quedado a medias.
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