Madre costarricense perdonó al hombre que causó muerte de hija y luchó para que no lo encarcelaran

Tuvimos que esperar en el hospital un montón de tiempo para ver el cuerpo y recuerdo que me puse a pensar: mi hija está muerta, pero ¿y dónde estará el muchacho?, ¿qué le estará pasando?, él me necesita, él está vivo».

Elizabeth Jiménez perdió a su hija María en un accidente de tránsito en marzo de 2017. El joven al que se refiere es la persona que conducía el automóvil en que viajaba María. Era el chico con que salía.

Nicholas Tay fue enviado a prisión en noviembre de ese año y salió en libertad casi dos años después, a finales de 2019.

Ambos compartieron su extraordinaria historia con BBC Mundo: Jiménez, desde su casa en Inglaterra, y Nick, como ella lo llama, desde su hogar, en Singapur.

María era mi sueño hecho realidad, porque ya teníamos el varón. Era mi niña querida, la mimaba mucho. Éramos muy unidas, éramos amigas.

Estudiaba lingüística en la Universidad de Brighton, y hablaba y escribía fluidamente español, inglés y coreano. Había hecho planes para irse a Corea del Sur a enseñar inglés y aprender de esa cultura.

También vivió un año en Costa Rica. Estaba muy orgullosa de su lado latino.

A Nick lo conoció en la iglesia donde servía. Era una de las líderes del grupo juvenil y formaba parte del coro. Ambos tenían 24 años.

El día en que ocurrió el accidente, María había ido a una práctica del coro y después salió a comer con él. Recién se habían empezado a gustar, estaba muy nueva esa situación. No tenían ni un mes.

María y Nick

Ella había tomado vino y le pidió a él que manejara su automóvil y que la llevara a la casa.

Pero antes dieron una vuelta. Quizás por querer impresionarla, Nick se puso a manejar muy rápido.

Él era de Singapur y estaba estudiando en la Universidad de Surrey. No tenía los seguros, no conocía las calles de aquí y, como iba a muy alta velocidad, hubo una curva que no supo agarrar y ahí fue donde ocurrió el accidente.

Comencé a salir con María en enero de 2017. Lo primero que nos unió fue la música. Yo le hablé de mi pasión y ella me motivó a unirme a la banda de la iglesia.

Fue algo bastante raro, muy especial. Yo venía de Singapur y ella de Latinoamérica. ¿Qué probabilidades había de que nos lleváramos bien?

La noche del accidente bebimos bastante. Ella me preguntó si quería conducir. El plan era ir a su casa porque en la mañana nos íbamos a levantar temprano para ir a pasear por las colinas de Surrey.

Pero por alguna razón seguí conduciendo. Iba tan rápido, quizás alcancé los 200 kilómetros por hora. Vi la curva y reduje la velocidad, pero no fue suficiente y perdí el control del automóvil.

Las bolsas de aire salieron y lo siguiente que recuerdo es estar colgado boca abajo, agarrado por el cinturón de seguridad.


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