Es un gimnasio lleno a rebosar. Más de 1.500 personas viven allí desde hace al menos dos semanas, desde que se desató una guerra urbana entre dos bandas por el control de las barriadas de Martissant y Fontamara, en la entrada sur de Puerto Príncipe.
A medida que pasan los días, el número de desplazados aumenta. Bebés, niños, jóvenes, adultos, ancianos y mujeres embarazadas pasan el día en el suelo del Centro Deportivo de Carrefour, el local que ha acogido el mayor grupo de los cerca de 10.000 desplazados que han huido de sus casas en dos semanas de conflictos en la capital haitiana.
La cacofonía reina en el pabellón, los desplazados se amontonan entre sábanas, unos pocos colchones, que no alcanzan para todos los desplazados, utensilios de cocina y de aseo, y los bienes que han podido salvar en la huida de sus casas o las donaciones que han recibido de las autoridades nacionales e internacionales.
Los baños huelen mal porque no se han limpiado durante días, las mujeres no tienen intimidad y la comida no está disponible en el ritmo que quiere la gente.
Cerca de un 60 % de los desplazados usa mascarilla, pero el distanciamiento físico es un lujo con el que no se puede soñar, en momentos de un repunte de contagios por coronavirus en Haití.
Las condiciones de vida de estos desplazados recuerdan a las de los supervivientes del terremoto de 2010, en los cientos de campamentos en los que vivían con la ayuda de organizaciones extranjeras.
CONDICIONES DE VIDA DIFÍCILES
Dynold Morose, de 39 años, vivía en Martissant 23 con su hija y su esposa. Discapacitado, fue salvado por residentes locales que lo sacaron de la zona a cuestas.
«Desde el desastre, dejé mi casa para refugiarme aquí. Sonaron fuertes disparos, ya no podíamos quedarnos. Nos dimos cuenta de que nuestras vidas estaban en peligro. Tuvimos que huir», dijo a un medio de comunicación internacional.
Ahora, Morose ocupa un rincón del gimnasio, no muy lejos de algunos familiares que le apoyan y le dan parte de su comida cuando llega la hora del reparto.
La municipalidad de Carrefour se ocupa de atender a los desplazados, que también han recibido ayuda de otros organismos nacionales e internacionales, como Protección Civil, el Programa Mundial de Alimentos, la Cruz Roja o Unicef.
«Los acogemos lo mejor que podemos. Además, puedes ver que las condiciones no son buenas. Debemos ser honestos», reconoce el alcalde de Carrefour, Jude Edouard Pierre.
El número de desplazados en el gimnasio ha pasado de 562 el pasado 6 de junio a cerca de 1.500 en estos momentos y el alcalde teme que el flujo de personas continúe aumentando.
«Con el recrudecimiento de la violencia en Martissant, nos preocupan las nuevas oleadas de desplazados mientras no tengamos más capacidad para acogerlos. Estamos llegando a nuestro límite. Hoy, estamos abrumados. En pleno auge de la pandemia, no se respetan las medidas de seguridad», se queja el alcalde.
Las aproximadamente 400 familias que viven en el espacio huyeron a principios de junio de la sangrienta guerra que enfrentó al grupo armado de Grand Ravine con el de Ti Bois, que se disputan el control de Fontamara y Martissant, barrios que se han vaciado de sus ocupantes.
Desde la carretera nacional 2 se puede ver la desolación en Fontamara y Martissant. Los distritos están desiertos, toneladas de basura ensucian la calle, los vehículos y las motos circulan a toda velocidad para evitar detenerse.
Escuelas, casas, tiendas, todo está abandonado. A ciertos intervalos, se oyen disparos de armas automáticas en la región y circulan rumores de que las bandas armadas van a regresar para recuperar sus territorios perdidos.
La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) calcula que 10.000 personas han huido de sus casas en Martissant y Fontamara, así como en los barrios de Delmas y Saint Martin, estos últimos en el centro de la capital, por los conflictos entre las bandas.
Se calcula que al menos 5.100 personas han buscado refugio en casas de familiares, mientras que cientos de personas siguen durmiendo en las calles y plazas de Puerto Príncipe o en iglesias, además de los 1.500 alojados en el gimnasio de Carrefour.
En los enfrentamientos por el control de las barriadas se han registrado numerosos incendios de viviendas y comercios, ataques a civiles y agresiones sexuales, ante la inacción de la Policía Nacional, que no se ha inmiscuido para frenar la violencia entre las pandillas.
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