RD.- Lo que para muchos será una atípica Navidad por la crisis sanitaria que vive el país a causa del coronavirus, para Ramírez Montero Sánchez, de 50 años, será una de las peores.
Acompañado de la soledad y sin un bocado que comer, pese a los cuatro hijos que procreó, el hombre pasará la Nochebuena en su deteriorada casita de zinc, pintada de azul e identificada con el # 14, ubicada justo a orillas del río Ozama en el sector Los Tres Brazos.
“Yo no tengo ni siquiera quien venga a lavarme los trapos (…)”, manifiesta el señor sin poder contener sus lágrimas.
Sus preocupaciones aumentan cada vez que se acerca un nublado porque sabe que no podrá dormir debido a que en su casa “llueve más adentro que afuera”. Por esta razón se han deteriorado todos sus ajuares.
Ramírez, quien es electricista y buhonero, relata que hace un par de años sufrió una trombosis que lo mantiene imposibilitado para trabajar. A esto se suma los golpes que se ha dado en la cabeza las veces que ha caído del techo de su vivienda en busca de reparar los agujeros de su techo y evitar que se moje lo poco que tiene.
Las cicatrices en su cabeza, manos, pies y algunas partes del cuerpo cuentan por sí solas las penurias que ha pasado a solas en el estrecho rancho que le cobija.
En esta Navidad Ramírez espera que el presidente Luis Abinader abra su corazón y le asigne a una persona para que le asista en los quehaceres y lo ayude a preparar sus alimentos.
“Espero que me ayude en lo que pueda porque yo no tengo ni unos zapatos para ponérmelo en Navidad, no tengo qué comer, ni tengo un compañero. Además, no me estoy tomando las pastillas”, es el sueño de Ramírez.
A pesar de todas sus penurias, Ramírez quien vive de la caridad de sus vecinos, no se cansa de agradecer a Dios por mantenerlo con vida. elCaribe
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