Su nombre es Mascimina Morillo Reyes y tiene 80 años. No todos los días come, lava su ropa a mano y carga cubetas de agua desde la calle hasta su casita, ella sola.
El triste diario vivir de Mascimina no le ha borrado la hermosa sonrisa que se dibuja en su rostro cuando habla de ella misma.
Se siente orgullosa de poder hacer los quehaceres del hogar sin la ayuda de nadie. El único momento en el que le pesa el sufrir es cuando menciona a sus seis hijos porque la han olvidado y dejado en el abandono.
Todos los días de Mascimina son parecidos, lo único que diferencia a uno de otro es si come o no. No sale de su hogar, que fue construido con madera y cartones y que tiene un techo de zinc con pequeños orificios por los que entran gotas de agua cuando llueve.
A pesar de su edad, de no tener contacto con su familia, de no contar con un baño dentro de casa ni una lavadora o una nevera, a Mascimina la esperanza no le pasa muy lejos.
Su historia Dos meses atrás, el Listín Diario había hecho un recorrido por El Kilombo en El Café de Herrera para informar sobre las inundaciones que se producen allí cuando llueve. Aquella vez, Mascimina estaba sacando el agua de su casa con una cubeta.
Hace unos días un equipo de este medio pasó por el lugar y la vio cocinando en un “fogón” que tiene colocado en el frente de su casa.
Ella estaba feliz preparando unos guineos verdes con pollo guisado gracias a un señor que el día anterior le había regalado RD$200.
Ese plato sería la comida y la cena de aquel viernes. Sin embargo, Mascimina fue desprendida y sin pensar en lo que comería al día siguiente, ofreció alegremente al equipo del periódico un plato de comida.
“Yo me mantengo como Dios me ayude. Yo tengo días que cocino y tengo dos y tres días que no aparece nada. A veces la misma vecina hace algo y me lo pasa.
Yo me siento ahí en ese patio y lavo toda mi ropa a mano.
Yo lo hago todo”, son las palabras con las que Mascimina define su vida.
En la espera
Mascimina llegó a Santo Domingo hace tres años desde San Juan de la Maguana.
Su esposo falleció y sus hijos vendieron la casa y las tierras que tenían.
Los ojos de Mascimina se iluminan cuando menciona a los políticos, ella cree que con su ayuda podrá al menos comer un plato de comida cada día.
Una promesa que no llega
Ilusión
Paradójicamente, en la casa de Mascimina hay una bandera de un partido político. Un aspirante la colocó mientras ella tiene días que no come, sigue viviendo en la pobreza y con la fe de que vayan en su auxilio.
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