Nuestro Folklore: Un paisaje lleno de colorido y de siluetas otoñales es un paisaje tremendamente llamativo con una policromía natural que asemeja muy bien una pintura del Medioevo. Con la cosecha del cafeto madurando llenando los aires de un dulzón olor peculiar, con los framboyanes de la zona cordillerana florecidos para darle un matiz atrevido a la foresta mocana, no cabe duda de que estábamos en presencia del más claro indicio de que debíamos prepararnos para celebrar las fiestas patronales. Se iniciaban con todo el esplendor y el bullicio pueblerino las festividades de un pueblo brotando casi de manera espontánea presentando un caleidoscopio popular en la celebración anual de las fiestas del Rosario, las fiestas patronales de Moca. Ya se podían oír los aspergios calamitosos y el ronquido de la añejada voz del inolvidable “Fuache”, quien con su vejete acordeón trataba de entonar los ritmos y melodías de su inacabable repertorio. Ese era el aviso inminente de lo que vendría luego, era el inicio de las festividades esperadas por todos. Ya se acercaban los días festivos. Constituyen estos días festivos un escape emocional para los mocanos donde se pone a prueba la inmensa capacidad de un pueblo para reír y gozar al ritmo de su sabrosa música y de su inacabable vocación de estar alegre, aunque sea para disculpar los malos momentos que los sinsabores de la vida le prodigan a todo humano. Las fiestas del Rosario en Moca es una convocatoria alegre para templar el espíritu de los mocanos que en esta ocasión vibra y se llena de un colorido inusitado que transforma la rutina diaria de la Villa del Viaducto en un episodio de incomensurables vivencias que cada año trata de superar las del año anterior. En la época de nuestros recuerdos, las tradicionales fiestas del Rosario eran celebraciones festivas donde el ingenio y entusiasmo de los mocanos se ponía a prueba cuando el Comité Organizador presentaba un programa con ambiciosas realizaciones para superar todas las celebraciones precedentes.
Parecía una lucha titánica entre hombres y mujeres que dejaban flotar su imaginación para brindarle a los mocanos un espectáculo digno del entusiasmo colectivo que desbordaba los corazones de los moradores de nuestro querido pueblo. Era la época en que todavía las casas licoreras y cigarrilleras no habían dado el zarpazo a nuestras tradiciones populares, que todavía no habían degenerado en el corrupto bacanal que se exhibe muchas veces a causa precisamente de ese desbordamiento propagandístico que reduce la fiesta a una lucha de marcas de ron y cigarrillos. En las fiestas de Nuestra Señora del Rosario en el antaño, las calles de Moca se veían engalanadas con guirnaldas y arreglos de papeles multicolores alrededor de matas de plátanos que se transportaban de los umbrosos platanales para servir de adorno en las calles céntricas de la ciudad y así ofrecer un ambiente decorativo que recobra el símbolo de la mocaneidad y se expresa con vistosos adornos para lucir como una miniatura de los grandes paseos mundiales, ya sea el Bosque de Bolonia o los Jardines de Chapultepec. Hay que recordar que estas fiestas patronales tenían un hondo sentido religioso y por esa razón, respondían a un criterio parroquial influido poderosamente por los principios de la moral cristiana. En estas celebraciones todo se hacía, pero sin excesos ni escándalos, ya que si se salía de la norma, se corría el riesgo de recibir como una andanada de truenos la reprimenda, desde el púlpito dominical, de una estentórea y melodiosa voz del Padre Bobadilla que condenaba cualquier desliz o desafuero cometido. En los días previos a la celebración, Moca vivía un ajetreo y una actividad inusitadas. Las muchachas bellas de la comunidad se preparaban para concurrir a la fiesta de coronación de la reina de ese año. Los jóvenes se preocupaban por lucir nuevas galas y encargaban sus trajes a aquellos sastres artesanos que con sus prodigiosas manos, con tijeras y agujas, confeccionaban joyas que hacían sentir orgullosos a sus detentadores. Eran verdaderos maestros en el arte sartoril. La muchachada presentía con fuerte emoción la llegada de Miguel Monclús y sus “caballitos” y la silla voladora, el gran espectáculo circense al alcance de todos los muchachos. Miguel Monclús con su alargada figura de un “bonzo de ébano” infundía una prolongada admiración que él devolvía muy risueño con una “ay, hijo”. Era un conocedor de su pueblo y de sus costumbres.
Moca, en su expresión folklórica y cultural, se caracteriza por tener una cultura histórica de acuerdo a los acontecimientos presentados y los elementos tradicionales propios que identifican a esta comunidad como ente Folklórico de su región. Con el transcurso del tiempo, Moca ha experimentado cambios y nuevas tendencias en sus costumbres como pueblo. Disfraces, y con ellos la desinhibición que nos permite la alegoría a cosas, situaciones, personajes, leyendas, historias y acontecimientos. Aunque un pueblo se inicia en las actividades carnavalescas importa mucho la experiencia de otros pueblos e incluso se toman referencias de sus disfraces, personajes, mascaras, es necesario que ese pueblo identifique las cosas, situaciones, personajes, leyendas, historias acontecimientos y tradiciones propias. Es una forma de que el carnaval sea una expresión de su gente, de su idiosincrasia, de lo que es de ese pueblo y de lo que aspira a ser. Estos criterios son los que convierten el carnaval en una actividad cultural, educativa y en fiesta constructiva. Moca una ciudad que fue fundada en le 1885, a pesar de sus sólidas raíces culturales, esta comunidad no tenia una tradición consolidada de celebrar el carnaval, a pesar de que en el año 1928 se hiciera una celebración majestuosa, que concentro a los mas importantes sectores de la comunidad Mocana. En este primer carnaval que se celebró en 1928, recogida por el antologista mocano Julio Jaime Julia, en libro ”Notas Para La Historia De Moca” se establece que fue una celebración memorable, fue proclamada como dictadora de las fiestas a una hermosa joven macana llamada Virita Guzmán. Virita Guzmán fue una joven al reducido clan de la élite social de la Villa del Viaducto, de entonces, quien procedía de una de las más distinguidas familias de esta comunidad. Esta fue la primera Reyna que tuvo el carnaval mocano.
Este primer carnaval que se celebró en Moca fue auspiciado por El Club Recreativo. En 1988 desde el ayuntamiento se intento lo que el CENSODE hace hoy. Se hicieron investigaciones en torno a lo que podría caracterizar este carnaval. La investigación arrojo los resultados de que “El Jinchaíto de Moca” era el personaje “surrealista” con un carácter cultural, ancestral y propio. Además es conocido en todo el país y fuera de este. Otras alegorías culturales y carnavalescas pueden ser además, “Los puercos de pitico” “El trueno de Machepa” los diferentes “cucos” y personajes populares de nuestros barrios y comunidades. El fervor patriótico de Moca, la acción heroica de nuestros de nuestros hombres podrían ser temas de carnaval. El viaducto y la historia del ferrocarril, nuestra primicia en tener como provincia un zoológico-botánico, el dicho de ser “seco, sacudió y medio por buen cajón” como la característica de anunciar los muertos por medio de altoparlante callejeros, son elementos apropiados de la cultura y folklore de Moca. Los dichos de que “Los mocanos caminan por el medio de la calle” y de que cuando esta por llover “Haz como los mocanos que la dejan caer”, son también otros elementos. Para dar detalles más concretos acerca de los elementos folklóricos de esta comunidad en general, podríamos redactar una breve reseña del origen de estos:
COSTUMBRES Y FORMAS SECO, SACUDIO Y MEDIO POR BUEN CAJON En la zona montañosa de nuestro municipio es tradición del cultivo de café. Años atrás, también en el llano eran inmensas las plantaciones de este cultivo. Propiedades del café son: el tenerse que secar bien seco – descascararse y sacudirlo para que el grano quede bien limpio – bien descascarado y sacudido – luego para venderse la unidad de medida era el cajón, hoy de poco uso – cuando los productores llevaban a vender su café como forma de garantizar su producto que “este es un café seco, sacudió y medio por buen cajón”. Con el tiempo se extrapoló este valor a los Mocanos. Un hombre seco, sacudió y medio por buen cojón, es un hombre serio, responsable, honesto, que le pesa el ruedo de los pantalones o en la mujer que no se pisa el ruedo de la falda. EL JINCHAITO DE MOCA Era Juan López un paraje de Moca a principios del siglo XX. Allí se radicaron familias como la Bencosme, Tejada, Camacho, Comprés, todas de procedencia canaria. Eran personas de color blanco, medio “rechonchotas”pelo lacio y ojos azules. Esta gente utilizaba el agua del arrollo Juan López para consumo doméstico y humano. Para mal de los pobladores del Juan López de entonces, se presento una sequía que casi da al traste con la existencia del arroyo, que se vio convertido en una cañada interrumpida por largos tramos totalmente secos. Al tiempo de la contaminación normal, el casi desaparecido arroyo, era contaminado por el estiércol de las “recuas”de mulos que cruzaban cargados de café, así mismo, llegaban al lecho del arroyo, cáscaras y basuras, desperdicios del secado del café. La gente de Juan López estaba desesperada, hacia manantiales donde se pedía. Pero con el tiempo, el uso de esa agua contaminada los puso “júpera” o “hinchada”. Pues cuando esa gente venia al pueblo, los citados comenzaron a llamarles “los jinchaitos de Juan López” hasta que el mote se fue extendiendo a todos los mocanos. Hoy, cuando llega alguien de Moca a otro punto del país y hasta el exterior donde los dominicanos tienen colonias importantes, se dice que llego un “Jinchaito de Moca”.
LOS MOCANOS CAMINAN POR EL MEDIO DE LA CALLE. En años muy remotos la infraestructura de las casa de Moca eran de estructura antigua en madera, altas, de cinc, el frente de las casas no tenían ante patio y estaban muy pagadas a las aceras y estas eran muy estrechas. Las casas no tenían persianas, sino ventanas que habrían hacia afuera y cuando algún poblador iba caminando por las aceras, los sorprendía de repente un golpe por estas ventanas. Debido a este problema los mocanos se vieron en la necesidad caminar por la calle para librarse de tremendo golpe y como en aquel tiempo las no eran tan transitadas, pues las aceras eran mas peligrosas que el medio de la calle. Esta supuesta costumbre, también es identificada donde quiera que llega un mocano.
Fiestas patronales de Moca Un paisaje lleno de colorido y de siluetas otoñales es un paisaje tremendamente llamativo con una policromía natural que asemeja muy bien una pintura del Medioevo. Con la cosecha del cafeto madurando llenando los aires de un dulzón olor peculiar, con los framboyanes de la zona cordillerana florecidos para darle un matiz atrevido a la foresta mocana, no cabe duda de que estábamos en presencia del más claro indicio de que debíamos prepararnos para celebrar las fiestas patronales. Se iniciaban con todo el esplendor y el bullicio pueblerino las festividades de un pueblo brotando casi de manera espontánea presentando un caleidoscopio popular en la celebración anual de las fiestas del Rosario, las fiestas patronales de Moca. Ya se podían oír los aspergios calamitosos y el ronquido de la añejada voz del inolvidable “Fuache”, quien con su vejete acordeón trataba de entonar los ritmos y melodías de su inacabable repertorio. Ese era el aviso inminente de lo que vendría luego, era el inicio de las festividades esperadas por todos. Ya se acercaban los días festivos. Constituyen estos días festivos un escape emocional para los mocanos donde se pone a prueba la inmensa capacidad de un pueblo para reír y gozar al ritmo de su sabrosa música y de su inacabable vocación de estar alegre, aunque sea para disculpar los malos momentos que los sinsabores de la vida le prodigan a todo humano. Las fiestas del Rosario en Moca es una convocatoria alegre para templar el espíritu de los mocanos que en esta ocasión vibra y se llena de un colorido inusitado que transforma la rutina diaria de la Villa del Viaducto en un episodio de incomensurables vivencias que cada año trata de superar las del año anterior. En la época de nuestros recuerdos, las tradicionales fiestas del Rosario eran celebraciones festivas donde el ingenio y entusiasmo de los mocanos se ponía a prueba cuando el Comité Organizador presentaba un programa con ambiciosas realizaciones para superar todas las celebraciones precedentes. Parecía una lucha titánica entre hombres y mujeres que dejaban flotar su imaginación para brindarle a los mocanos un espectáculo digno del entusiasmo colectivo que desbordaba los corazones de los moradores de nuestro querido pueblo. Era la época en que todavía las casas licoreras y cigarrilleras no habían dado el zarpazo a nuestras tradiciones populares, que todavía no habían degenerado en el corrupto bacanal que se exhibe muchas veces a causa precisamente de ese desbordamiento propagandístico que reduce la fiesta a una lucha de marcas de ron y cigarrillos. En las fiestas de Nuestra Señora del Rosario en el antaño, las calles de Moca se veían engalanadas con guirnaldas y arreglos de papeles multicolores alrededor de matas de plátanos que se transportaban de los umbrosos platanales para servir de adorno en las calles céntricas de la ciudad y así ofrecer un ambiente decorativo que recobra el símbolo de la mocaneidad y se expresa con vistosos adornos para lucir como una miniatura de los grandes paseos mundiales, ya sea el Bosque de Bolonia o los Jardines de Chapultepec. Hay que recordar que estas fiestas patronales tenían un hondo sentido religioso y por esa razón, respondían a un criterio parroquial influido poderosamente por los principios de la moral cristiana. En estas celebraciones todo se hacía, pero sin excesos ni escándalos, ya que si se salía de la norma, se corría el riesgo de recibir como una andanada de truenos la reprimenda, desde el púlpito dominical, de una estentórea y melodiosa voz del Padre Bobadilla que condenaba cualquier desliz o desafuero cometido. En los días previos a la celebración, Moca vivía un ajetreo y una actividad inusitadas. Las muchachas bellas de la comunidad se preparaban para concurrir a la fiesta de coronación de la reina de ese año. Los jóvenes se preocupaban por lucir nuevas galas y encargaban sus trajes a aquellos sastres artesanos que con sus prodigiosas manos, con tijeras y agujas, confeccionaban joyas que hacían sentir orgullosos a sus detentadores. Eran verdaderos maestros en el arte sartoril. La muchachada presentía con fuerte emoción la llegada de Miguel Monclús y sus “caballitos” y la silla voladora, el gran espectáculo circense al alcance de todos los muchachos. Miguel Monclús con su alargada figura de un “bonzo de ébano” infundía una prolongada admiración que él devolvía muy risueño con una “ay, hijo”. Era un conocedor de su pueblo y de sus costumbres. Muchos noviazgos se concretaban alrededor de las fiestas patronales. Matrimonios mal avenidos encontraban en este escenario de fantasía e ilusión la oportunidad propicia para renovar los ya desfallecientes calores de un amor eterno que un día se juraron. La juventud vivía con nuevos bríos cada edición de las fiestas patronales porque en ella veía un escalón más en sus variadas vivencias que le permitía ascender por el sendero de la vida con amplias palpitaciones de un mundo que parecía enormemente placentero. Moca vestía sus mejores galas en esos días de grata recordación, donde muchos munícipes ponían de relieve sus cualidades ciudadanas al formar parte del Comité Organizador, que se dedicaba plenamente con un trabajo agotador a brindarle a los mocanos ocho días de fiesta inextinguibles. Cuántas páginas escritas con bellos pensamientos salían de la maquinilla de Julio Jaime Julia, de Doroteo Regalado, Carlitos Guzmán y otros intelectuales que en esos días ponían todo el caudal de su talento al servicio de las fiestas patronales.
MOCA Y LA TRADICIÓN CULTURAL Moca, es uno de los cuatro pueblos del país que cuenta con una tradición cultural más sólida, entre estos pueblos que dominan el escenario cultural del país están Santiago, La Vega, San Pedro de Macorís y por supuesto nuestra Villa Heroica. Moca cuenta con escritores de amplio vuelo imaginativo como Octavio Guzmán Carretero, Manuel Valerio, Gabriel Morillo, Aida Cartagena Portalatín (la creadora más importante del reciente pasado siglo, distinción que ha logrado por su aporte cuantitativo y cualitativa, tanto en la narrativa, la poética y el ensayo), Víctor Lulo Guzmán, Juan Antonio Alix y los más jóvenes, Juana Elodia Peralta, Sally Rodríguez, Carlos Pérez, Pedro Ovalles, Yky Tejada, Eugenio Camacho, Julio Jaime Julia (en más prolifera antólogo nacional), Bruno Rosario Candelier (el Pedro Henríquez Ureña, moderno de la crítica literaria del país). En la música, Moca cuenta con el violinista Gabriel del Orbe, uno de los primeros dominicanos en recorrer playas extranjeras, la Alondra Mocana, Catalinita Jáquez, Papa Molina, Jorge Taveras, Fausto Ramírez Campo, Rubén de Lara, Arístides Rojas Guzmán, Gregorio Rivas (Goyo), Cuco Estévez, Elinita Santos y otros. No se debe dejar de mencionar a la actriz Divina Gómez, en la plástica contamos con Guillo Pérez, Antonio Guadalupe (Papí), Silvano Lora, Félix Tejada, Saso Sánchez, Hugo Mata, Kenney Castillo, y otros. En la educación son digno de mención, Eurora Tavárez Belliard, Francisco Guzmán Comprés, Carlos Porfirio Guzmán Comprés, Juan Crisóstomo Estrella, Angustia Pérez Castaño, José María Ramírez, Luis Napoleón Núñez Molina, Emilio Rodríguez (Niño), Manuel Guzmán (Duarte) Franklin de Js. Torres (Lincoln) entre otros. Es justicia mencionar a nuestra gran tradicionalista Don Elías Jiménez. Estas personas y otras que por razones de tiempo no han sido mencionadas, no por que prime el criterio excluyente; han tenido el honor y el privilegio de enrumbar el desarrollo espiritual, educativo y cultural de este pueblo, por el camino del éxito y del engrandecimiento de la comunidad mocana.
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