Nuevo York.- Varios dominicanos de una familia de 11 miembros que viven hacinados en un apartamento de la calle Dickman en el sector Inwood en el Alto Manhattan, han sido contagiados por coronavirus, y representan solo un ejemplo de otros miles de inmigrantes que al igual que ellos, no caben en los estrechos espacios en los que viven con el temor de que todos sean contagiados y algunos pudieran morir.
Yoly Sánchez, responsable del apartamento dijo que el miedo no cesa en ella y los demás, incluyendo a sus hijos, especialmente después que un cuñado suyo se contagió, haciendo que sus vidas cambiaran drásticamente y de la noche a la mañana.
Otro de los que vive en el apartamento es el joven Pascual Peña, encargado de tecnología en la oficina del concejal Ydanis Rodríguez, quien no se ha contagiado.
El apartamento cuenta con dos habitaciones y en ellas, tienen que dormir varios
«Realmente no nos pudimos poner en cuarentena», dijo Sánchez, de 46 años de edad, en una entrevista con el tabloide Daily News.
«Todos estábamos juntos y usando el mismo espacio para que todos nos lo hubiéramos contagiado el uno al otro», añadió la dominicana.
Pero debido al hacinamiento, que es una situación generalizada en Nueva York, es casi imposible cumplir con los protocolos de la cuarentena y aún más, con el distanciamiento social, los dos parámetros principales para prevenir el contagio.
La situación de Sánchez es especialmente extrema porque la familia de cuatro miembros de su hermana se queda con ella, su esposo, sus tres hijos, una tía y una sobrina.
Allegados a la familia dijeron que el cuñado, se encuentra en cuidados intensivos.
La familia de su hermana vino a Nueva York desde la República Dominicana para buscar un apartamento, pero no pudo conseguirlo.
Su cuñado Santiago Gómez cayó enfermo y luego dio positivo por COVID-19 y su familia no pudo regresar a la casa debido a las restricciones de los viajes.
Ahora está en el hospital, y la familia sigue ocupada en el apartamento de Sánchez luchando por imponerse una cuarentena que les resulta difícil.
La señora Sánchez también se contagió y después, un hijo, el sobrino y una tía.
En las camas del apartamento duermen dos, mientras los hombres lo hacen en la sala durmiendo en un sofá cama o en una cama inflable.
Cuando van al baño, tienen que usan cloro y alcohol para desinfectar después de cada uso.
«Tenía que enviar un mensaje de texto o llamar para que todos supieran que estaba saliendo de mi habitación, y ellos cerraban todas las puertas», explicó Sánchez.
«Cuando tenía fiebre, que duraba alrededor de 10 días, teníamos que hacer una limpieza constante después de cada uso del baño, ya sea por mi tía o hermana», relata.
Hacinamientos como este, comunes para muchos neoyorquinos, y la presión de líderes del Alto Manhattan como el concejal Ydanis Rodríguez y el congresista Adriano Espaillat, empujaron a que el alcalde Bill de Blasio anunciara la semana pasada que la ciudad dispondrá de 11,000 habitaciones en hoteles para que quienes están en cuarentena, puedan estar en espacios más amplios y confortables.
Cuando la madre y el padre de Peña mostraron síntomas de coronavirus en su apartamento de cuatro habitaciones, días después casi todos los que vivían con él, ocho en total, fueron contagiados.
Después de que sus padres se enfermaron, la hermana de Peña, sus dos tíos y la esposa de su tío comenzaron a mostrar síntomas.
Los únicos que no se contagiaron fueron Peña y su primo.
«Eso fue lo más afortunado», explicó Peña. “No mostré ningún síntoma. Estaba bien aunque probablemente fui portador”.
Él era el único que quedaba en el apartamento que podía salir a buscar medicinas y alimentos _ Varios dominicanos de una familia de 11 miembros que viven hacinados en un apartamento de la calle Dickman en el sector Inwood en el Alto Manhattan, han sido contagiados por coronavirus, y representan solo un ejemplo de otros miles de inmigrantes que al igual que ellos, no caben en los estrechos espacios en los que viven con el temor de que todos sean contagiados y algunos pudieran morir. , siempre usando mascarilla y guantes. Por: Miguel Cruz Tejada
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